La patrulla de la lechuga verde: capítulo 8

Como llevamos unas semana sin publicar, os resumimos lo que pasó en el último capítulo. En el bosque, Juanjo, el charcutero, tuvo que dar explicaciones a las familias de los niños sobre por qué fue a recuperar a Bratwurst. Justo en el momento en el que llegaron a un acuerdo, alguien se escapaba con la salchicha en la mano:

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(…) Todos los niños comenzaron a gritar de alegría. Los padres sonreían mientras daban las gracias a Juanjo. Por fin un final feliz de toda aquella aventura.

Pedrito fue a coger a Bratwurst para enseñarla de cerca a los padres.

– ¿Dónde estás? ¡No te camufles!

– ¡Socorro! -gritaba Bratwurst a lo lejos.

Comenzó a llover a cántaros. Todos miraron con los ojos entornados por el agua en la dirección de la que venían los gritos. Un hombre corría muy rápido en sentido contrario. Nadie sabía qué pasaba. Juanjo gritó en medio de la confusión.

– ¡Oh, no! ¡Es él!

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La gente corría de un lugar a otro y sólo se detenían para mirar las enormes pantallas que avisaban de cuándo se abrirían las puertas para entrar. A pesar de haber tanta gente, no era un lugar muy ruidoso. De vez en cuando una voz avisaba de que quedaba poco para salir.

Lola se paró en una de esas pantallas. Había muchísimas letras y números. Después de leer un rato vio el destino de la patrulla:

Berlín, facturación en el pasillo 26.

Aún quedaban dos horas para salir. El aeropuerto era grande. No, era enorme. Muy luminoso. A medida que se acercaban al número 26, el ruido iba subiendo. Detrás de unas cintas por las que las maletas se movían como por arte de magia, muchos aviones esperaban para salir.

Las familias de los chicos comenzaron a sacar papeles y esperaron en una cola. Neno estaba algo nervioso. Llevaba a Salchicha Woman en el bolsillo interior de su cazadora y no sabía si le dejarían entrar al avión.

Al llegar su turno, los padres comenzaron a subir las maletas a una cinta para pesarlas. ¡No podían pesar más de 20 kg! Después subieron a Osiris metida en una especie de jaula de plástico. Taparon la caja con una sábana para que no se asustara.

– ¿Estará bien? -preguntó Juanita.

El hombre que estaba detrás del ordenador sonrió, lo que tranquilizó a la pandilla. Osiris no podía ir al mismo sitio que el resto porque no podían subir animales. En el caso de la gata, no hubiera sido por si alguien pudiera tener alergia, porque no tenía ni un sólo pelo. La llevaron a la bodega, una especie de maletero gigante que tienen los aviones.

– Da tiempo de sobra a desayunar algo -dijo la madre de Pedrito y Lola.

Unos días antes, en la Sierra de Cazorla, Juanjo contaba a los padres y a los niños quién era el hombre que se había llevado a Bratwurst. Su dueño legítimo. A quien él había prometido mandar una fotografía cada mes. Debía importarle realmente esa salchicha para haber volado desde Alemania para recuperarla. En ese momento, la pandilla no paraba de llorar. No podían creer cómo habían perdido a su amiga. Quien peor estaba era Salchicha Woman, que se había quedado sin su único amigo de su… especie.

Después de saber quién se había llevado a Bratwurst, los padres hablaron sobre el resto del verano. Ése era el penúltimo día que pasarían en la sierra y la verdad es que ir a pasar unos días en Berlín era muy atractivo. No tardaron mucho en decidirse.

Terminaron de desayunar y se dirigieron al avión. Antes había que pasar por debajo de una especie de puente que pitaba si alguien llevaba algo de metal. Dejaron las chaquetas y cinturones en una cinta. Neno empezó a sudar por los nervios.

– No te muevas -susurró a Salchicha Woman, que seguía en el bolsillo de la cazadora y se dirigía directa al interior de un túnel.

Pasaron por el detector de metales sin problema, pero la policía que miraba el interior del túnel detuvo la cinta extrañada.

– Mirad esa chaqueta -dijo a sus compañeros de trabajo.

Neno y el resto de la pandilla sintieron que las piernas se doblaban.

– ¿Una salchicha? ¿Tienes una salchicha metida en la cazadora? -preguntó otro policía que registró la chaqueta de Neno.

– Sí. Es… es mía. Eeeeehhh, sí -no paraba de sudar-. Esto… es mi merienda. Tengo mucha hambre. Paso el día comiendo salchichas. Me gustan todas. Por eso voy a Berlín. Para seguir comiendo… mucho. Salchichas. Me gustan.

El policía lo miraba con la boca abierta. Finalmente le dio la cazadora y la salchicha. Se quedó mirando a Neno para ver si se la comía.

– Para el viaje. Por si me da hambre. Ahora acabo de comerme cinco -dijo sonriendo antes de dar media vuelta y salir despavorido.

El viaje fue más rápido de lo que creían. Les gustó todo del avión, sobre todo el despegue. Durante el vuelo decidieron que primero irían a ver algunas cosas interesantes de Berlín para después ir a la hora de cenar al puesto donde estaría Bratwurst.

Después de dejar las maletas en el hotel, fueron directamente a la Puerta de Branderburgo. Era muy grande, con unas estatuas de caballos en la parte de arriba y algo con alas. Después visitaron la catedral, que tenía una cúpula turquesa preciosa. Finalmente la Isla de los Museos. En uno de ellos, el museo de Pérgamo, había muchas cosas interesante sobre Egipto que asombraron a Pedrito.

– Conozco a un niño de mi clase al que le encantaría estar aquí -dijo pensando en su amigo.

De camino al puesto de perritos, estuvieron hablando sobre cómo rescatarían a Bratwurst.

– Podríamos pedir que Salchicha Woman entre volando a por él -dijo Neno.

– O también, mientras nuestros padres lo distraen, entramos nosotros sin que se dé cuenta y salimos -sugirió Juanita.

– Se me ocurre que a lo mejor Bratwurst, en cuanto nos vea, podría camuflarse y salir corriendo -fue la idea de Pedrito.

– ¡O que Osiris le arañe mientras entramos nosotros! -intervino de nuevo Neno ante las carcajadas del resto.

– ¡Estamos cerca! -Juanjo, que había ido con ellos a Berlín, parecía nervioso. Llevaba varios días sin saber qué le diría al vendedor alemán. Al fin y al cabo había roto la promesa y, aunque él no tuvo la culpa, se sentía avergonzado -detrás de esa esquina está la tienda.

Los niños estaban muy contentos. Por fin volverían a ver a Bratwurst y sabían que de una forma u otra, lo recuperarían. Lo que no sabían es que detrás de esa esquina se encontrarían algo que cambiaría por completo sus planes.

La tienda estaba cerrada. Pero eso no era todo. Por un agujero se podía ver el interior y parecía que no había nada dentro. Fuera, pegado en la persiana, había algo escrito en un cartel:

Verkauft

La madre de Neno sacó su móvil para traducir esa palabra. Cuando vio lo que significaba miró a los niños de la pandilla sin saber qué decir. Neno cogió el móvil para ver que ponía.

Se vende.

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Planning del capítulo:

6 comentarios en “La patrulla de la lechuga verde: capítulo 8

  1. Cristina

    Wau!! La aventura de esta patrulla está empezando a pasar fronteras😊👏😅que nueva aventura le esperarán en tierras alemanas??podrán recuperar a la pobrecita salchicha??Porque..la cosa..se ha quedado un poco complicada con la tienda cerrada..😱😱😱seguro que estos niños y niñas de 2B…Nos vuelven a sorprender!!!😊😊😊😊👏👏👏

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